Este fin de semana terminé de escribir un libro.
Una memoria.
Sobre tiempos con noches oscuras, deliciosas.
En el presente las noches donde viven las personas, las urbanizaciones, ya no son noche.
El alumbrado público detiene la oscuridad.
Los bombillos de las farolas vibran a decibeles audibles.
Alumbran las rutas para el que quiere robar.
Crean un ambiente de vigilia e impiden el descanso profundo.
Esta memoria es sobre la ausencia de peligro, la misma que hace 40 años, la constante, la conversación.
El mundo no es más peligroso, son nuestras memorias hinchadas y enardecidas, nuestros metabolismos puestos a prueba por nuestro sedentarismo cómodo.
El único peligro hoy, es andar distraido al volante, caerle mal a otra persona por el tono de tu piel, y que la finca deje de dar fruto.
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