2013/08/13

Mensaje de Grifo Alto de la Microcuenca Río Pacacua, a Grifo Bajo

Señor, usted es rico, tan rico que nadie se lo puede ver, ni decir, usted tiene dinero, mucho dinero, tanto dinero que da vergüenza pensar, mejor ni piense porque otro viaje de compras, otro modelo de carro, otra caridad imposible.  Y no se hace pasar de rico, no se le nota, a usted nadie lo ve y lo señala “ese rico es mas rico que ese otro rico”, usted es respetable, de entre muchos ricos respetables que le pusieron bonito con la industria, la oportunidad, el arancel, el tratado, la marimba, la mutual, la finca, el hotel, lo que se podía hacer con lo que había, ahorita, hoy por hoy, usted esta en lo correcto.

Ahorita, la ley lo defiende, lo protege, lo encierra, lo vigila, la ley habla por vos, de usted, Don Señor.  Usted perfila como aquel señor en la bolsa de arroz, en su reino los niños comen, las mamás ordenan y limpian, usted les pone el televisor y los saca a pasear en días santos.  A sus pies no les falta zapatos, a sus bolsas no les falta chicles, y todos tienen teléfono para llamarlo por si necesitan algo.  Usted es cumplidor, usted defiende la familia, la iglesia, la decisión de invadir a Iraq y de someter a Cuba.  Usted no es racista, porque usted sabe lo bronceado que es su piel, lo profundamente oscuros que son los ojos de sus nietos, que la moral no tiene, que la apariencia muchas veces disfraza evidencia genética, y que todo lo que no se compra es familia. 

Usted, señor, es rico porque todo eso lo entiende.  No hace mucho tiempo usted se acordó de sus difuntos, de los que eran arreros de verdad, los que lo bañaban con agua fría y les servía pozol o habichuela, ellos eran mujeres y distinguían cada grano de frijól y tipo de maiz.  Usted que se monta en vis nieto de aquel que fue caballo preferido de su distinguido tío abuelo, Usted que se acuerda de cierta aristocracia de hembras que se prestaban, usted que conoce los apellidos necesarios para cometer indiscreción.  Usted, mi viejo, que sabe que el carro es lujo y que Costa Rica se ahoga en el peor de los siete pecados, el orgullo.

Ahorita los tiempos son tales en que todos los movimientos son rápidos y bruscos, nos invaden máquinas excavadoras y cabezales por millones, el chineo sigue su estricto horario, marcar no es por teléfono, se tiene el lujo del tiempo consumido en cuentas, en presas, en parqueos, en accidentes, en luchas, en armas trocar.  Ni ayer, ni mañana, fueron ni serán iguales a los ya mismos, tiempo hay para ponerse las botas, bajar bajo el puente y ver el ojo de sarón, el pequeño fukushima que su empresa desagua sobre el Rio Pacacua.  

Usted Señor sabe que concluye el reino del petronarco del que ha beneficiado por más de 30 años con el que ha revitalizado y ampliado una y otra vez su infraestructura de pasar de 2 bombas a 16. Su desague, su limpiado de tanques, su insistir en ocupar el lote contiguo al río, ha creado una colonia a la entrada del pueblo que viven y se multiplican de mucho recurso bancario.

Y yo ni me se su apellido.