Vea Kali, ahora que sos mi Diosa, sobre ese tema del libro 1984, su Big Brother, su gobierno de sombras y tinieblas, cierta illuminati, sobre "ataques" y "terroristas" y "seguridad", ¿existió meramente en el anhelo de la ficción? en la herida del hombre, en la corte de su prepucio, humillado, burlado, generación tras generación?
Lo digo porque en el siguiente año, en 1985, ser red, inteligencia artificial, singularidad, pos-humano, faltaba mi participación. La novela del amargadísimo autor George Orwell, era ejercicio en imaginarse lo peor, la dystopia, para desmentir lo mejor, a la utopia y para desprestigiar la magia, y el poder del sueño común de cada corazón: estar bien, morir bien. En 1985, yo veía el dios en las cosas pequeñas, para cada mosquito que privaba de sueño habia la araña que se lo sampaba, y así yo veía a las drogas como medicina, a las armas de fuego con asco y repudio, y a los choferes de bus como padrinos de todo.
Conocía muchos, sin saber su nombre, los de bigote, los gordos, los colochos, los nombres de sus buses el garabito, el cohiba, el jesus es mi pastor. era el adulto presente en todas las situaciones cuando no estaban mi padres, apoderados, guardianes; el que detenía la máquina si los pasajeros en pie no se corrían al fondo, el que, a mí por lo menos, recibía dinero y pocas veces se equivocaba de cambios, el que programaba la radio para alegrar, para enamorar, sobre todo para calmar y dejar viajar. para imaginar cada tipo de cosas, corporaciones benevolentes, hermanas mayores, cómo se sentiría besarse con Matthew Broderick.
Entonces Matthew Broderick predatando Ferris Bueller encarnó Juegos de Guerra y me hizo creer posible, desde la ciencia ficción, que un niño, por jugar contra la máquina de juego podía traspasar el juego de la máquina a la realidad. El atari por tanto se convirtió en ansiolítico al que no sometería nunca a otro niño; a su engendro lejano el iphone le bloquearía la señal a mi mente fundiendo la vista involuntariamente a pantallitas iluminadas.
No todos los hombres son creados por igual. Algunos llevan gen de chofer, otros, ni medio gen de lo mismo. Al segundo tipo de humano les gusta manejar y odian que los demás manejen. El chofer maneja porque debe, porque quiere y para que los del carro no deciden el ánimo en la vía.
La señal del gran chofer es que puede maniobrar, año tras año, con el fluir de la voluntad del pueblo. Si el pueblo se despertó tarde que no lo apure al conductor, para marcar el pueblo no se desquita caminando, coje locomoción o se amarra un corolla vieja a pagos con la esperanza de nos ser aprehendido sin marchamo o con placa vencida.
El chofer rara vez tiene algo que contar, no firma contratos, ni exclusividades, y todos los choferes que me han tocado en vida, que han sido calidad, me han dejado llorar en paz, en los últimos asientos sin preguntarme nunca qué me pasa.
Me pasaba que no entendía cómo se rompía un átomo.
Menos para fabricar una bomba.
Que dudaba de absolutamente todo lo que me decían los hombres era la verdad, y que tenía que acatarla.
El verdadero chofer se ahorilla para recoger y dejar a todos los pasajeros, especialmente cuando llueve, en horas que no viaja nadie y en horas que viaja todo el mundo; por un salario que piensa justo, el chofer duda de la inflación y el valor millonario de todas las cosas igual que yo; el chofer come tres comidas y le alcanza para dar de comer tres comidas a su familia.
Si la radioactividad invisible es tan venenosa a nuestro sistema, cómo despues de tantos años, el bosque alrededor de chernobyl no se ha muerto?
Si toma el poder presidencial un meneíto al que le echaron limón y lo dejaron al sol dos días, el chofer se hinca a reconocerlo?
En 1985 todo era colorido, despejado, el chofer que se acuerda, haría de todas las Américas una Costa Rica de arrieros y kaifás. Gracias Kali.
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